A la orden Cuba se sumió en el mutismo, se fue la música de los radios y se perdieron las sonrisas. Rostros austeros gobernaron las ciudades. El dictador había muerto y la sonrisa se convirtió en un delito punible.
A la orden, Cuba se hizo un ovillo como los perros en la calle para protegerse del frio, no hubo que hacer estallar el látigo, ya estaban acostumbrados a la orden.
A la orden se conectaron los canales para trasmitir lo mismo, la sentencia, la sentencia, la sentencia. Todo fue a la orden, estaban acostumbrados a obedecer hasta lo estúpido y lo miserable
A la orden Cuba fue obligada al luto, al llanto, a cubrirse con la frazada de la cobardía, de lo absurdo y traicionero. Pocos protestaron ante la humillación de ser violados.
A la orden se abrió el abismo y se tragó a los patriotas como si la nación fuera un desperdicio
A la orden el policía, el militar, el “revolucionario” le puso esposas al guerrero, lo desnudo, le tapó la boca, le torció los brazos a la espalda y se lo llevo al misterio de una identidad fraudulenta.
A la orden, después del quinto en la inexistencia, apareció el sexto, se vistió de guerrero y no obedeció la orden. Lo encerraron a la orden.
A la orden mataron perros, paralizaron la ciudad, removieron rencores y odios, nutrieron de gloria las miserias y se burlaron de Dios.
A la orden toda la isla se convirtió en grilletes, el dictador muerto no dejo llaves, abra que desobedecer la orden, romperlos sin esperar órdenes.
Gracias a Dios que yo, ni espero, ni obedezco órdenes de los hombres.